Con este domingo el pueblo de Dios entra en el misterio pascual de Cristo, que resume nuestra fe, funda nuestra esperanza y nos lleva a acoger con gratitud y con todo el amor del cual somos capaces, el ofrecimiento divino de la salvación.
El rito particular de este domingo tiene una lectura del Evangelio que evoca el ingreso triunfal de Jesús en Jerusalén donde la masa lo aclama como Mesías y Redentor.
Ha llegado la hora en que Jesús mismo aclara el significado de su realeza, Él es un rey manso y humilde de corazón, y como tal se propone para ser imitado por sus fieles. Jesús es un Rey que da la vida por su pueblo, y para cada creyente llega la hora en la cual es necesario salir al descubierto gritando y testimoniando la propia fe. Esto lo debemos hacer aún a costo de ser incomprendidos o despreciados. A este testimonio de nuestra fe puede estar ligada incluso la salvación de hermanos nuestros que con nuestro ejemplo y testimonio salen al encuentro del Señor.