El Señor, con su palabra, nos entrega la llave de oro para entrar en el secreto comportamiento de Dios en la historia. Él siempre es impredecible en sus pensamientos y en sus caminos, no porque Dios sea un caprichoso, sino porque sus pensamientos y sus caminos llevan a la salvación con el sello del amor. Si el pecador busca a Dios y abandona la vida de pecado, siempre encontrará al Padre de los cielos pronto y atento al perdón.
Los caminos de Dios no son nuestros caminos, la gracia no sigue los pasos de la lógica. La parábola del evangelio no niega que cada uno será juzgado según sus obras, solamente señala que Dios es libre en su acción con el hombre. No somos nadie para imponerle normas a Dios, ni tampoco podemos alardear de derechos adquiridos ante Él. Sin embargo, Dios se muestra misericordioso y en su plan de salvación supera las previsiones de los hombres, de modo que “los que ahora son los últimos, serán los primeros, y los que ahora son los primeros, serán los últimos”. En estos días, el Señor nos habla como nación: “busquen al Señor mientras puedan encontrarlo, que el malvado deje su camino y que el perverso deje sus ideas”.