Departamento de Liturgia del Arzobispado de Santiago
 
 
 
Eucaristía del Sábado 19 de Octubre de 2019
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Sábado de la vigesimoctava semana del tiempo ordinario

Santos Juan de Brébeuf e Isaac Jogues, presbíteros y compañeros, mártires

Memoria libre

Color: rojo

Entre los años 1642 y 1649, ocho jesuitas franceses fueron martirizados por Cristo en América del Norte. Juan sufrió el martirio en el país de los indios Iroqueses en el actual Estado de Nueva York; e Isaac, en el país de los hurones en territorio canadiense.

Antífona de entrada Cf. Gal 6, 14; 1 Cor 1, 18

Sólo nos gloriaremos en la cruz de nuestro Señor Jesucristo. El mensaje de la cruz es fuerza de Dios para nosotros, que hemos sido salvados.

ORACIÓN COLECTA

Dios nuestro, que has querido manifestar la esperanza del reino eterno con la obra apostólica y el martirio de los santos Juan, Isaac y sus compañeros; concédenos, por su intercesión, que se fortalezca constantemente la fe de los cristianos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.


PRIMERA LECTURA

Abraham esperó contra toda esperanza.

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Roma     4, 13. 16-18

Hermanos:

La promesa de recibir el mundo en herencia, hecha a Abraham y a su posteridad, no le fue concedida en virtud de la Ley, sino por la justicia que procede de la fe. Por eso, la herencia se obtiene por medio de la fe, a fin de que esa herencia sea gratuita y la promesa quede asegurada para todos los descendientes de Abraham, no sólo los que lo son por la Ley, sino también los que lo son por la fe. Porque él es nuestro padre común como dice la Escritura: "Te he constituido padre de muchas naciones". Abraham es nuestro padre a los ojos de Aquél en quien creyó: el Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia a las cosas que no existen.

Esperando contra toda esperanza, Abraham creyó y llegó a ser padre de muchas naciones, como se le había anunciado: "Así será tu descendencia".

SALMO RESPONSORIAL   104, 6-9. 42-43

R/. ¡El Señor se acuerda de su Alianza!

Descendientes de Abraham, su servidor, hijos de Jacob, su elegido: el Señor es nuestro Dios, en toda la tierra rigen sus decretos.

Él se acuerda eternamente de su Alianza, de la palabra que dio por mil generaciones, del pacto que selló con Abraham, del juramento que hizo a Isaac.

Él se acordó de la palabra sagrada, que había dado a Abraham, su servidor, e hizo salir a su pueblo con alegría, a sus elegidos, entre cantos de triunfo.

ACLAMACIÓN AL EVANGELIO   Jn 15, 26cd. 27a

Aleluya.

“El espíritu de la Verdad dará testimonio de mí, y ustedes también serán mis testigos”, dice el Señor. Aleluya.

EVANGELIO

El Espíritu Santo les enseñará en ese momento lo que deben decir.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     12, 8-12

Jesús dijo a sus discípulos:

Les aseguro que aquél que me reconozca abiertamente delante de los hombres, el Hijo del hombre lo reconocerá ante los ángeles de Dios. Pero el que no me reconozca delante de los hombres no será reconocido ante los ángeles de Dios.

Al que diga una palabra contra el Hijo del hombre se le perdonará; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo no se le perdonará.

Cuando los lleven ante las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no se preocupen de cómo se van a defender o qué van a decir, porque el Espíritu Santo les enseñará en ese momento lo que deban decir.


ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Señor, al recordar el martirio de tus santos Juan, Isaac y sus compañeros, haz que por este sacrificio anunciemos dignamente la muerte de tu Hijo unigénito, que no sólo exhortó de palabra a sus testigos, sino que los precedió con el ejemplo. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión Mt 5, 10

Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los cielos.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Saciados con el pan del cielo, te suplicamos, Padre, que, a ejemplo de los santos Juan, Isaac y sus compañeros, imprimas en nuestros corazones los signos del amor y de la pasión de tu Hijo, y nos permitas gozar siempre de tu paz. Él que vive y reina por los siglos de los siglos.


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