Departamento de Liturgia del Arzobispado de Santiago
 
 
 
Eucaristía del Viernes 24 de Enero de 2020
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Viernes de la segunda semana del tiempo ordinario
San Francisco de Sales, obispo y doctor de la Iglesia
Memoria obligatoria
Color: blanco

Francisco de Sales (1567-1622) fue esencialmente un pastor. Misionero y, luego, obispo de Ginebra, fundó con Juana de Chantal la Orden de la Visitación.

Consagró sus mejores esfuerzos, por medio de la predicación y sus escritos, a despertar y acrecentar la fe, tratando de teología con los protestantes, poniendo la vida espiritual al alcance de los laicos y atendiendo a todos, tanto a los pequeños como a los grandes.

Antífona de entrada Cf. Ez 34, 11. 23-24
Cuidaré de mis ovejas, dice el Señor, y suscitaré un pastor que las apaciente: Yo, el Señor, seré su Dios.

ORACIÓN COLECTA

Señor y Dios nuestro, que para la salvación de los hombres quisiste que el obispo san Francisco de Sales se hiciera todo para todos, concédenos que, a ejemplo suyo, manifestemos siempre la mansedumbre de tu amor en el servicio a los hermanos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.


PRIMERA LECTURA

No extenderé mi mano contra el rey, porque es el ungido del Señor.

Lectura del primer libro de Samuel 24,3-21

Saúl reunió a tres mil hombres seleccionados entre todo Israel y partió en busca de David y sus hombres, hacia las Peñas de las Cabras salvajes. Al llegar a los corrales de ovejas que están junto al camino, donde había una cueva, Saúl entró a hacer sus necesidades. En el fondo de la cueva, estaban sentados David y sus hombres. Ellos le dijeron: “Éste es el día en que el Señor te dice: “Yo pongo a tu enemigo en tus manos; tú lo tratarás como mejor te parezca””.

Entonces David se levantó y cortó sigilosamente el borde del manto de Saúl. Pero después le remordió la conciencia, por haber cortado el borde del manto de Saúl, y dijo a sus hombres: “¡Dios me libre de hacer semejante cosa a mi señor, el ungido del Señor! ¡No extenderé mi mano contra él, porque es el ungido del Señor!” Con estas palabras, David retuvo a sus hombres y no dejó que se abalanzaran sobre Saúl. Así Saúl abandonó la cueva y siguió su camino.

Después de esto, David se levantó, salió de la cueva y gritó detrás de Saúl: “¡Mi señor, el rey!” Saúl miró hacia atrás, y David, inclinándose con el rostro en tierra, se postró y le dijo: “¿Por qué haces caso a los rumores de la gente, cuando dicen que David busca tu ruina? Hoy has visto con tus propios ojos que el Señor te puso en mis manos dentro de la cueva. Aquí se habló de matarte, pero yo tuve compasión de ti y dije: “No extenderé mi mano contra mi señor, porque es el ungido del Señor”.

¡Mira, padre mío, sí, mira en mi mano el borde de tu manto! Si yo corté el borde de tu manto y no te maté, tienes que comprender que no hay en mí ni perfidia ni rebeldía, y que no he pecado contra ti. ¡Eres tú el que me acechas para quitarme la vida! Que el Señor juzgue entre tú y yo, y que Él me vengue de ti. Pero mi mano no se alzará contra ti.

“La maldad engendra maldad”, dice el viejo refrán. Pero yo no alzaré mi mano contra ti. ¿Detrás de quién ha salido el rey de Israel? ¿A quién estás persiguiendo? ¡A un perro muerto! ¡A una pulga! ¡Que el Señor sea el árbitro y juzgue entre tú y yo; que Él examine y defienda mi causa, y me haga justicia, librándome de tu mano!”.

Cuando David terminó de dirigir estas palabras a Saúl, éste exclamó: “¿No es esa tu voz, hijo mío, David?”, y prorrumpió en sollozos. Luego dijo a David: “La justicia está de tu parte, no de la mía. Porque tú me has tratado bien y yo te he tratado mal. Hoy sí que has demostrado tu bondad para conmigo, porque el Señor me puso en tus manos y tú no me mataste. Cuando alguien encuentra a su enemigo, ¿lo deja seguir su camino tranquilamente? ¡Que el Señor te recompense por el bien que me has hecho hoy! Ahora sé muy bien que tú serás rey y que la realeza sobre Israel se mantendrá firme en tus manos”.

SALMO RESPONSORIAL 56, 2-4.6.11

R/. ¡Ten piedad de mí, Dios mío, ten piedad!

Ten piedad de mí, Dios mío, ten piedad, porque mi alma se refugia en ti; yo me refugio a la sombra de tus alas hasta que pase la desgracia.

Invocaré a Dios, el Altísimo, al Dios que lo hace todo por mí: Él me enviará la salvación desde el cielo y humillará a los que me atacan. ¡Que Dios envíe su amor y su fidelidad!

¡Levántate, Dios, por encima del cielo, y que tu gloria cubra toda la tierra! Porque tu misericordia se eleva hasta el cielo, y tu fidelidad hasta las nubes.

ACLAMACIÓN AL EVANGELIO 2 Cor 5, 19

Aleluya.

Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, confiándonos la palabra de la reconciliación. Aleluya.

EVANGELIO

Llamó a los que quiso para que estuvieran con Él.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 3, 13-19

Jesús subió a la montaña y llamó a su lado a los que quiso. Ellos fueron hacia él, y Jesús instituyó a doce, a los que les dio el nombre de Apóstoles, para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar con el poder de expulsar a los demonios.

Así instituyó a los Doce: Simón, al que puso el sobrenombre de Pedro; Santiago, hijo de Zebedeo, y Juan, hermano de Santiago, a los que dio el nombre de Boanerges, es decir, hijos del trueno; luego, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Tadeo, Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó.


ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS

Por esta víctima de salvación que te ofrecemos, enciende, Señor, en nuestro corazón aquel fuego del Espíritu Santo con el cual inflamaste admirablemente el corazón paciente y humilde de San Francisco de Sales. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión Cf. Jn 15, 16

Dice el Señor: no son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto y ese fruto sea duradero.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN

Por estos sacramentos recibidos concédenos, Dios todopoderoso, que imitando en la tierra la caridad y la mansedumbre de San Francisco de Sales, alcancemos también nosotros la gloria del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.


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