Departamento de Liturgia del Arzobispado de Santiago
 
 
 
Lectio Divina - Preparando la Eucaristía Dominical
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Domingo 19 de Marzo de 2017

I. PREPARÉMONOS PARA EL ENCUENTRO CON EL SEÑOR:

Oración Inicial:

Iniciamos el encuentro con el Señor, orando con el Salmo 92.

Antífona

R/. Tus mandatos, Señor, son fieles y seguros, más que la voz de aguas caudalosas.

El Señor reina, vestido de majestad, † el Señor, vestido y ceñido de poder: así está firme el orbe y no vacila.

Tu trono está firme desde siempre, y tú eres eterno.

Levantan los ríos, Señor,  levantan los ríos su voz, levantan los ríos su fragor; pero más que la voz de aguas caudalosas, más potente que el oleaje del mar, más potente en el cielo es el Señor.

Tus mandatos son fieles y seguros; la santidad es el adorno de tu casa, Señor, por días sin término.

Invocación al Espíritu Santo

Resplandezca sobre nosotros,

Padre omnipotente,

el esplendor de tu gloria,

Cristo, luz de luz,

y el don de tu Espíritu Santo

confirme los corazones de tus fieles,

nacidos a la vida nueva de tu amor.

II. OREMOS CON LA PALABRA DE DIOS:

LECTURA (Lectio): ¿Qué dice la Palabra? Jesús dialoga con una samaritana, pueblo con el que los judíos no se trataban; ella acoge su mensaje y lo transmite a los suyos.

Texto bíblico: Jn 4, 5-42

MEDITACIÓN (Meditatio): ¿Qué me dice la Palabra? ¿Tenemos prejuicios que nos impiden acoger a nuestros semejantes? ¿Nos ocupamos en buscar caminos para superarlos?

ORACIÓN (Oratio): ¿Qué le digo a Dios con esta Palabra? Oremos pidiendo a Dios que nos dé luz para reconocer nuestros prejuicios y superarlos.

CONTEMPLACIÓN (Contemplatio): Gusta a Dios internamente en tu corazón.

Al igual que la samaritana, acoge al Señor, déjate amar por Él  y, sobre todo, acepta su salvación.

III. PROFUNDICEMOS CON LOS PADRES DE LA IGLESIA

De los Tratados de San Agustín, obispo, sobre el evangelio de san Juan

LLEGA UNA MUJER DE SAMARIA A SACAR AGUA.

Llegó una mujer. Esta mujer es figura de la Iglesia no justificada aún, pero en vías de justificación, ya que de esto trata el relato. Llegó ignorante de lo que allí le esperaba, encontró a Cristo, y éste le dirigió la palabra. Veamos qué palabras y por qué. Llegó una mujer samaritana a sacar agua. Los samaritanos no eran de raza judía, eran tenidos por extranjeros. Concuerda con el simbolismo del relato el hecho de que esta mujer, figura de la Iglesia, venga de un pueblo extranjero, ya que la Iglesia había de venir de entre los gentiles, de los que no eran de raza judía.

Por tanto, oigámonos a nosotros en sus palabras, reconozcámonos a nosotros en ella, y en ella demos gracias a Dios por nosotros. Ella era figura, no realidad; pero ella misma comenzó por ser figura y terminó por ser realidad. Creyó, en efecto, en aquel que quería hacerla figura de nosotros. Llegó, pues, a sacar agua. Había venido simplemente a sacar agua, como acostumbraban hacer todos.

Jesús le dijo: «Dame de beber». Mientras tanto sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar alguna cosa para comer. Díjole la samaritana: «¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?». Conviene saber que los judíos no alternan con los samaritanos.

Veis cómo se trata de extranjeros: los judíos no usaban en modo alguno de sus vasijas. Y aquella mujer, que llevaba consigo una vasija para sacar agua, se admira de que un judío le pida de beber, cosa que no solían hacer los judíos. Pero el que le pide de beber, en realidad, de lo que tiene sed es de la fe de aquella mujer.

Escucha quién es el que le pide de beber: Jesús le respondió: «Si conocieses el don de Dios y quién es el que te dice: "Dame de beber", seguro que se la pedirías tú a él y él te daría agua viva».

Pide de beber y promete una bebida. Se presenta como quien está necesitado, y tiene en abundancia para saciar a los demás. Si conocieses –dice- el don de Dios. El don de Dios es el Espíritu Santo. Pero de momento habla a aquella mujer de un modo encubierto, y va entrando paulatinamente en su corazón. Seguramente empieza ya a instruirla. ¿Qué exhortación, en efecto, más suave y benigna que ésta? Si conocieses el don de Dios y quién es el que te dice: «Dame de beber», seguro que se la pedirías tú a él y él te daría agua viva.

¿Qué agua había de darle, sino aquella de la que está escrito: En ti está la fuente viva? Pues no pueden ya tener más sed los que se nutren de lo sabroso de tu casa.

Prometía el alimento y saciedad del Espíritu Santo, pero ella no lo entendía aún; y, por eso, ¿qué respondía? Exclamó entonces la mujer: «Señor, dame de ese agua, para que no sienta ya más sed ni tenga que venir aquí a sacar agua». La necesidad la obligaba a fatigarse, pero su debilidad recusaba la fatiga. Ojalá hubiera podido escuchar aquellas palabras: Venid a mí todos los que andáis rendidos y agobiados, que yo os daré descanso. Porque todo esto se lo decía Jesús para que no tuviera ya que fatigarse, mas ella no lo entendía aún.

Padre nuestro

Oración

Dios nuestro, fuente de toda bondad y misericordia, que nos otorgas un remedio para nuestros pecados por el ayuno, la oración y la limosna, recibe con agrado la confesión que te hacemos de nuestra debilidad y, ya que nos oprime el peso de nuestras culpas, levántanos con el auxilio de tu misericordia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


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