Departamento de Liturgia del Arzobispado de Santiago
 
 
 
Lectio Divina - Preparando la Eucaristía Dominical
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Domingo 21 de Abril de 2019

I. PREPARÉMONOS PARA EL ENCUENTRO CON EL SEÑOR:

Oración Inicial:

Iniciamos el encuentro con el Señor, orando con el Salmo 149.

Antífona

R/. Aleluya. Ha resucitado el Señor, tal como os lo había anunciado. Aleluya.

Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles; que se alegre Israel por su Creador, los hijos de Sión por su Rey.

Alabad su nombre con danzas, cantadle con tambores y cítaras; porque el Señor ama a su pueblo y adorna con la victoria a los humildes.

Que los fieles festejen su gloria y canten jubilosos en filas: con vítores a Dios en la boca y espadas de dos filos en las manos:

Para tomar venganza de los pueblos y aplicar el castigo a las naciones, sujetando a los reyes con argollas, a los nobles con esposas de hierro.

Ejecutar la sentencia dictada es un honor para todos sus fieles.

Invocación al Espíritu Santo

Espíritu Santo, inspíranos, para que pensemos santamente.

Espíritu Santo, incítanos, para que obremos santamente.

Espíritu Santo, atráenos, para que amemos las cosas santas.

Espíritu Santo, fortalécenos, para que defendamos las cosas santas.

Espíritu Santo, ayúdanos, para que no perdamos nunca las cosas santas.

Amen.

II. OREMOS CON LA PALABRA DE DIOS:

LECTURA (Lectio): ¿Qué dice la Palabra? María Magdalena encuentra vacía la tumba de Jesús. Ella, junto con Pedro y otro discípulo creyeron.  

Texto bíblico: Jn 20, 1-9

MEDITACIÓN (Meditatio): ¿Qué me dice la Palabra? ¿Qué significa para nosotros que Jesús esté vivo? ¿De qué manera nos invita a vivir el Evangelio la alegría pascual y cómo mantendremos esta vida nueva? 

ORACIÓN (Oratio): ¿Qué le digo a Dios con esta Palabra? Pidamos al Señor la gracia de profundizar nuestra vida de fe y conservarla, a pesar de las adversidades.

CONTEMPLACIÓN (Contemplatio): Gusta a Dios internamente en tu corazón. Situémonos en la tumba de Jesús, y experimentemos el misterio y la alegría de Su resurrección.

III. PROFUNDICEMOS CON LOS PADRES DE LA IGLESIA

De una antigua Homilía sobre el santo y grandioso sábado.

EL DESCENSO DEL SEÑOR A LA REGIÓN DE LOS MUERTOS.

¿Qué es lo que pasa? Un gran silencio se cierne hoy sobre la tierra; un gran silencio y una gran soledad. Un gran silencio, porque el Rey está durmiendo; la tierra está temerosa y no se atreve a moverse, porque el Dios hecho hombre se ha dormido y ha despertado a los que dormían desde hace siglos. El Dios hecho hombre ha muerto y ha puesto en movimiento a la región de los muertos.

En primer lugar, va a buscar a nuestro primer padre, como a la oveja perdida. Quiere visitar a los que yacen sumergidos en las tinieblas y en las sombras de la muerte; Dios y su Hijo van a liberar de los dolores de la muerte a Adán, que está cautivo, y a Eva, que está cautiva con él.

El Señor hace su entrada donde están ellos, llevando en sus manos el arma victoriosa de la cruz. Al verlo, Adán, nuestro primer padre, golpeándose el pecho de estupor, exclama, dirigiéndose a todos:

‑Mi Señor está con todos vosotros.

Y responde Cristo a Adán:

‑Y con tu espíritu.

Y, tomándolo de la mano, lo levanta, diciéndole:

‑Despierta, tú que duermes, y Levántate de entre los muertos y te iluminará Cristo.

Yo soy tu Dios, que por ti me hice hijo tuyo, por ti y por todos estos que habían de nacer de ti; digo, ahora, y ordeno a todos los que estaban en cadenas: «Salid», y a los que estaban en tinieblas: «Sed iluminados», y a los que estaban adormilados: «Levantaos.»

Yo te lo mando: Despierta, tú que duermes; porque yo no te he creado para que estuvieras preso en la región de los muertos. Levántate de entre los muertos; yo soy la vida de los que han muerto. Levántate, obra de mis manos; levántate, mi efigie, tú que has sido creado a imagen mía. Levántate, salgamos de aquí; porque tú en mi' y yo en ti somos una sola cosa.

Por ti, yo, tu Dios, me he hecho hijo tuyo; por ti, siendo Señor, asumí tu misma apariencia de esclavo; por ti, yo, que estoy por encima de los cielos, vine a la tierra, y aun bajo tierra; por ti, hombre, vine a ser como hombre sin fuerzas, abandonado entre los muertos; por ti, que fuiste expulsado del huerto paradisíaco, fui entregado a los judíos en un huerto y sepultado en un huerto.

Mira los salivazos de mi rostro, que recibí, por ti, para restituirte el primitivo aliento de vida que inspiré en tu rostro. Mira las bofetadas de mis mejillas, que soporté para reformar a imagen mía tu aspecto deteriorado.

Mira los azotes de mi espalda, que recibí para quitarte de la espalda el peso de tus pecados. Mira mis manos, fuertemente sujetas con clavos en el árbol de la cruz por ti, que en otro tiempo extendiste funestamente una de tus manos hacia el árbol prohibido.

Me dormí en la cruz, y la lanza penetró en mi costado, por ti, de cuyo costado salió Eva, mientras dormías allá en el paraíso. Mi costado ha curado el dolor del tuyo. Mi sueño te sacará de] sueño de la muerte. Mi lanza ha reprimido la espada de fuego que se alzaba contra ti.

Levántate, vayámonos de aquí. El enemigo te hizo salir del paraíso; yo, en cambio, te coloco no ya en el paraíso, sino en el trono celestial. Te prohibí comer del simbólico árbol de la vida; mas he aquí que yo, que soy la vida, estoy unido a ti. Puse a los ángeles a tu servicio, para que te guardaran; ahora hago que te adoren en calidad de Dios.

Tienes preparado un trono de querubines, están dispuestos los mensajeros, construido el tálamo, preparado el banquete, adornados los eternos tabernáculos y mansiones, a tu disposición el tesoro de todos los bienes, y preparado desde toda la eternidad el reino de los cielos.

Padre nuestro

Oración

Dios todopoderoso, cuyo Unigénito descendió al lugar de los muertos y salió victorioso del sepulcro, te pedimos que concedas a todos tus fieles, resucitar también con él a la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


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