Martes de la decimoséptima semana del tiempo ordinario
San Ignacio de Loyola, presbítero
Memoria obligatoria
Color: blanco
Ignacio de Loyola (1491-1556) nació en el País Vasco. Militar de profesión, abandonó la milicia de los Tercios españoles, después de ser herido en una hazaña guerrera durante el cerco de Pamplona. Fundó, en 1534, la Compañía de Jesús que, desde un comienzo, buscó la expansión y el crecimiento del Reino de Dios: pastores, misioneros, teólogos, educadores fueron impulsados por el espíritu apostólico y misionero de san Ignacio.
Los Ejercicios espirituales, redactados por él en la Cueva de Manresa, trazan un camino a quien quiere consagrar su vida a “la mayor gloria de Dios”.
Antífona de entrada Flp 2, 10-11
Al nombre de Jesús toda rodilla se doble, en el cielo, en la tierra y en los abismos; y toda lengua proclame que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, para difundir la mayor la gloria de tu nombre suscitaste en tu Iglesia a san Ignacio; concédenos que, después de las luchas de esta vida, con su protección y siguiendo su ejemplo, merezcamos compartir su triunfo en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
PRIMERA LECTURA
Acuérdate, Señor, no rompas tu Alianza con nosotros.
Lectura del libro de Jeremías 14, 17-22
Que mis ojos se deshagan en lágrimas, día y noche, sin cesar, porque la virgen hija de mi pueblo ha sufrido un gran quebranto, una llaga incurable.
Si salgo al campo abierto, veo las víctimas de la espada; si entro en la ciudad, veo los sufrimientos del hambre. Sí, hasta el profeta y el sacerdote recorren el país y no logran comprender.
¿Has rechazado del todo a Judá? ¿Estás disgustado con Sión?
¿Por qué nos has herido sin remedio?
Se esperaba la paz, ¡y no hay nada bueno...! el tiempo de la curación, ¡y sobrevino el espanto! Reconocemos, Señor, nuestra maldad, la iniquidad de nuestros padres, porque hemos pecado contra ti.
A causa de tu Nombre, no desprecies, no envilezcas el trono de tu Gloria: ¡acuérdate, no rompas tu Alianza con nosotros! Entre los ídolos de las naciones, ¿hay alguien que haga llover? ¿Es el cielo el que envía los chaparrones? ¿No eres Tú, Señor, nuestro Dios?
Nosotros esperamos en ti, porque eres Tú el que has hecho todo esto.
SALMO RESPONSORIAL 78, 8-9. 11. 13
R/. ¡Por el honor de tu Nombre, líbranos Señor!
No recuerdes para nuestro mal las culpas de otros tiempos; compadécete pronto de nosotros, porque estamos totalmente abatidos.
Ayúdanos, Dios salvador nuestro, por el honor de tu Nombre; líbranos y perdona nuestros pecados, a causa de tu Nombre.
Llegue hasta tu presencia el lamento de los cautivos, preserva con tu brazo poderoso a los que están condenados a muerte.
Y nosotros, que somos tu pueblo y las ovejas de tu rebaño, te daremos gracias para siempre, y cantaremos tus alabanzas por todas las generaciones.
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO
Aleluya.
La semilla es la Palabra de Dios, el sembrador es Cristo; el que lo encuentra permanece para siempre. Aleluya.
EVANGELIO
Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo.
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 13, 36-43
Dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se acercaron y le dijeron: “Explícanos la parábola de la cizaña en el campo”.
El les respondió: “El que siembra la buena semilla es el Hijo, del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno, y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles.
Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de misma manera sucederá al fin del mundo. El Hijo del hombre enviara a sus ángeles, y éstos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre.
¡El que tenga oídos, que oiga!”
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Acepta, Señor Dios nuestro, los dones que te presentamos al conmemorar a san Ignacio; concédenos que estos misterios, que dejaste como fuente de toda santidad, nos santifiquen también en la verdad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de comunión Cf. Lc 12, 49
He venido a traer fuego sobre la tierra, y cómo desearía que ya estuviera ardiendo.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Te pedimos, Padre, que este sacrificio de alabanza ofrecido para darte gracias, en la conmemoración de san Ignacio, nos conduzca a la alabanza eterna de tu gloria. Por Jesucristo, nuestro Señor.