Jueves de la novena semana del tiempo ordinario
Por los laicos
Propuesta celebrativa
Color: verde
Antífona de entrada Mt 13, 33
El reino de los cielos se parece a un poco de levadura, que una mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa.
ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que pusiste como fermento en el mundo la fuerza del Evangelio, concede a tus hijos que llamas a vivir en medio de los asuntos temporales que, encendidos de espíritu cristiano, se entreguen de tal manera a su labor, que con ella construyan y proclamen tu Reino. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
PRIMERA LECTURA
¡Ten misericordia de ella y de mí, y concédenos llegar juntos a la vejez!
Lectura del libro de Tobías 6, 10-11; 7, 1. 9-16; 8, 4-9a
Cuando entraron en Media y ya se acercaban a Ecbátanas, Rafael dijo al joven: “¡Hermano Tobías!” Éste le preguntó: “¿Qué quieres?”
El ángel continuó: “Es necesario que pasemos esta noche en la casa de Ragüel; él es pariente tuyo y tiene una hija que se llama Sara”.
Cuando llegaron a Ecbátana, Tobías dijo: “Hermano Azarías, llévame directamente a la casa de nuestro hermano Ragüel”.
El ángel lo llevó, y encontraron a Ragüel sentado a la puerta del patio. Ellos lo saludaron primero, y él les respondió: “¡Salud, hermanos, sean bienvenidos!” Y los hizo pasar a su casa.
Luego mataron un cordero del rebaño y los recibieron cordialmente. Después de lavarse y bañarse, se pusieron a comer. Entonces Tobías dijo a Rafael: “Hermano Azarías, dile a Ragüel que me dé por esposa a mi hermana Sara”.
Ragüel lo oyó y dijo al joven: “Come y bebe, y disfruta de esta noche, porque nadie tiene más derecho que tú, hermano, a casarse con mi hija Sara. Ni siquiera yo puedo dársela a otro, ya que tú eres mi pariente más cercano. Pero ahora, hijo mío, te voy a hablar con toda franqueza. Ya se la he dado a siete de nuestros hermanos, y todos murieron la primera noche que iban a tener relaciones con ella. Por el momento, hijo mío, come y bebe; el Señor intervendrá en favor de ustedes”.
Pero Tobías le replicó: “No comeré ni beberé hasta que hayas tomado una decisión sobre este asunto”.
Ragüel le respondió: “¡Está bien! Ella te corresponde a ti según lo prescrito en la Ley de Moisés, y el Cielo decreta que te sea dada. Recibe a tu hermana. Desde ahora, tú eres su hermano y ella es tu hermana. A partir de hoy, es tuya para siempre. Que el Señor los asista esta noche, hijo mío, y les conceda su misericordia y su paz”.
Ragüel hizo venir a su hija Sara. Cuando ella llegó, la tomó de la mano y se la entregó a Tobías, diciendo: “Recíbela conforme a la Ley y a lo que está prescrito en el Libro de Moisés, que mandan dártela por esposa. Tómala y llévala sana y salva a la casa de tu padre. ¡Que el Dios del cielo los conduzca en paz por el buen camino!”
Después llamó a la madre y le pidió que trajera una hoja de papiro. En ella redactó el contrato matrimonial, por el que entregaba a su hija como esposa de Tobías, conforme a lo prescrito en la Ley de Moisés. Después empezaron a comer y a beber.
Ragüel llamó a su esposa Edna y le dijo: “Hermana, prepara la otra habitación, y llévala allí a Sara”. Ella fue a preparar la habitación, como se lo había dicho su esposo, llevó allí a Sara y se puso a llorar. Luego enjugó sus lágrimas y le dijo: “¡Ánimo, hija mía! ¡Que el Señor del cielo cambie tu pena en alegría!” Y salió.
Mientras tanto, los padres habían salido de la habitación y cerraron la puerta. Tobías se levantó de la cama y dijo a Sara: “Levántate, hermana, y oremos para pedir al Señor que nos manifieste su misericordia y su salvación”.
Ella se levantó, y los dos se pusieron a orar para alcanzar la salvación. Él comenzó así: “¡Bendito seas, Dios de nuestros padres, y bendito sea tu Nombre por todos los siglos de los siglos! ¡Que te bendigan los cielos y todas tus criaturas por todos los siglos!
Tú creaste a Adán e hiciste a Eva, su mujer, para que le sirviera de ayuda y de apoyo, y de ellos dos nació el género humano.
Tú mismo dijiste: "No conviene que el hombre esté solo. Hagámosle una ayuda semejante a él".
Yo ahora tomo por esposa a esta hermana mía, no para satisfacer una pasión desordenada, sino para constituir un verdadero matrimonio. ¡Ten misericordia de ella y de mí, y concédenos llegar juntos a la vejez!”
Ambos dijeron: “¡Amén, amén!”, y se acostaron para dormir.
SALMO RESPONSORIAL 127, 1-5
R/. ¡Feliz el que teme al Señor!
¡Feliz el que teme al Señor y sigue sus caminos! Comerás del fruto de tu trabajo, serás feliz y todo te irá bien.
Tu esposa será como una vid fecunda en el seno de tu hogar; tus hijos, como retoños de olivo alrededor de tu mesa.
¡Así será bendecido el hombre que teme al Señor! ¡Que el Señor te bendiga desde Sión todos los días de tu vida: que contemples la paz de Jerusalén!
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Cf. 2Tim 1, 10
Aleluya.
Nuestro Salvador Jesucristo destruyó la muerte, e hizo brillar la vida, mediante la Buena Noticia. Aleluya.
EVANGELIO
No hay otro mandamiento más grande que éstos.
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 12, 28-34
Un escriba que oyó discutir a Jesús con los saduceos, al que les había respondido bien, se acercó y le preguntó: “¿Cuál el primero de los mandamientos?”
Jesús respondió: “El primero es: “Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas”. El segundo es: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay otro mandamiento más grande que éstos”.
El escriba le dijo: “Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que Él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios”.
Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: “Tú no estás lejos del Reino de Dios”.
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Dios nuestro, que por el sacrificio de tu Hijo quisiste la salvación de todo el mundo, concede a tus hijos llamados al apostolado en la vida laical que, por la fuerza de esta ofrenda, impregnen el mundo del espíritu cristiano y sean fermento para su santificación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de comunión Sal 99, 1-2
Aclame al Señor toda la tierra, sirvan al Señor con alegría, lleguen a él con cantos jubilosos.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Padre, con la fuerza de esta eucaristía concédenos la plenitud de tu gracia, para que los fieles comprometidos en las ocupaciones temporales sean testigos valientes de la verdad evangélica, y así hagan operante y activa a tu Iglesia en el progreso del mundo. Por Jesucristo, nuestro Señor.