SALUDO
«Los cincuenta días que van desde el domingo de Resurrección hasta el domingo de Pentecostés han de ser celebrados con alegría y exultación, como si se tratase de un solo y único día festivo. Más aún, como un gran domingo» (Normas sobre el año litúrgico, 22).
Es todo un desafío mantener las celebraciones en el clima festivo que se nos indica. No obstante, unos pocos gestos, aunque sean sencillos, pueden proporcionar la intensidad pascual necesaria para estos cincuenta días.
Por de pronto, no descuidemos los signos pascuales, entre los cuales se destaca el gran Cirio. Que permanezca limpio, junto al ambón, adornado con flores. En algunas comunidades se le pone un pequeño bracero delante para quemar incienso en su honor.
Resulta muy oportuno, por ejemplo, para las misas dominicales – y lo recomendamos encarecidamente- el rito de la aspersión del agua bendita como sustituto del Acto Penitencial habitual. El Rito para la bendición y aspersión del Agua está en el apéndice del Misal, y especialmente adecuado es el formulario III. Para las misas feriales, mucho mejor usar la tercera fórmula con los tropos pascuales.
En la plegaria eucarística, este tiempo es una oportunidad para usar la tercera aclamación que dice el sacerdote tras la narración de la institución.
Así, cuando el sacerdote dice: «Éste es el misterio de la fe, Cristo se entregó por nosotros» el pueblo puede responder: «Salvador del mundo, sálvanos, que nos has liberado por tu cruz y resurrección». Se puede enseñar esta aclamación unos minutos antes que comience la celebración.
Vale la pena echar una mirada al leccionario en su conjunto. En primer lugar, nos llama la atención que – a excepción del Salmo responsorial- todas las lecturas de las misas de este tiempo estarán tomadas del Nuevo Testamento. Esto muestra una intención teológica, a saber, que el tiempo de las promesas ya ha pasado y ahora es el tiempo del cumplimiento. El pueblo de Dios celebra con ello la novedad absoluta que irrumpe en el acontecimiento Pascual. En la Pascua todo es nuevo.
La primera lectura de las misas dominicales está tomada – como siempre en el tiempo Pascual- del libro de los Hechos. Y durante las celebraciones de las ferias de este tiempo, lo mismo. Es que este es un texto típicamente pascual. Aquí participamos de la vida de las primeras comunidades, las que dieron testimonio vivo de la resurrección del Señor. Los hechos prodigiosos realizados por los apóstoles corroboraban su mensaje.
Siempre la segunda lectura de los domingos estará tomada del libro del Apocalipsis. Otro de los textos bíblicos pascuales por excelencia.
Un saludo pascual a la Virgen al terminar la celebración también imprime alegría y carácter a este tiempo. La tradicional oración del Regina coeli es especialmente indicada.
Finalmente, hay que recordar que los santos padres llamaban al Tiempo Pascual «las siete semanas del Santo Pentecostés» (san Basilio), lo cual nos indica que la irrupción del Espíritu Santo no se celebra sólo al final de este grupo de semanas, sino que todas ellas están impregnadas por la fuerza del Espíritu que anima a la Iglesia. Pentecostés no es sólo un día, al final de este lapso, sino que es una cincuentena de días. Conviene tenerlo presente para estar atentos siempre a su santo influjo.
Por último, no olvidemos que la Iglesia Universal está celebrando un jubileo de la redención. En este mes, debemos tener presentes a quienes trabajan en los medios de comunicación social, y en general, según las intenciones de la Iglesia en Chile, vincular nuestras celebraciones con el amplio mundo del trabajo como ámbito de desarrollo y dignificación de la vida humana.