Nadie sabe el día y la hora. Solamente el Padre lo sabe. En ese día el Señor, nuestro Dios, en su Hijo Jesucristo, reunirá a sus escogidos desde los cuatro puntos cardinales. Esa es nuestra esperanza, en que después del largo peregrinar seremos gloriosos en Jesús el Señor. Todo lo que podemos decir es que hay que estar alertas. Y eso es todo lo que nos puede interesar. No importan los años ni las hojas del calendario, hay que estar alertas en el amor, amando y sirviendo al prójimo que es el pasaporte para la vida eterna. Todo lo que importa al creyente es ser fiel a las enseñanzas de Jesucristo. Mientras estamos en este camino nos consolamos y alimentamos en la celebración de la Eucaristía, en donde el mismo Señor nos conforta con su Palabra y nos alimenta con su Cuerpo.

Cristo el Señor, a diferencia de los sacerdotes de la antigua Alianza, se ha ofrecido de una vez para siempre para expiar nuestros pecados y llevarnos santificados a la gloria del Padre.