Departamento de Liturgia del Arzobispado de Santiago
 
 
 
Comentario - Eucaristía del
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El anuncio del Reino de Dios es anuncio de Salvación realizado, no solamente con palabras, sino que también con acciones. Los milagros muestran en forma evidente que la salvación no es una conquista humana, sino que son un don de Dios, que llevan a suscitar la fe en la persona de Jesús, y nos hacen irrumpir en la acción de gracias.

El general pagano Naamán viene de Siria, en Palestina, donde, obedeciendo al profeta Eliseo, se lanza al Jordán para sanarse de su enfermedad e impureza. Con el don de la sanación, recibe también el don de la fe, que lo hace apreciar los beneficios gratuitos de Dios.

Los leprosos que buscan a Cristo para invocar su misericordia son sanados e invitados a dirigirse a los sacerdotes para que su sanación sea reconocida y sean nuevamente admitidos en la asamblea religiosa. Jesús pone a prueba la fe de los leprosos, porque la sanación sucede mientras van en camino. Pero solamente uno de ellos, un samaritano, juzgado por los hebreos como extraño al pueblo de Dios, siente la necesidad de volver donde Jesús para agradecer. Los otros se limitan a observar la ley. La gratitud es la flor del amor y es la prueba de nuestro reconocimiento de la bondad del Señor y del reconocimiento de todas sus gracias.

En griego, la acción de gracias es llamada eucaristía, y la eucaristía sacramental nos ha sido dada por Cristo, para que, con Él y en Él, se dé gloria y gracias al Padre de los cielos.

Cuando las relaciones personales están solamente basadas en lo útil, en lo funcional y en el placer, es muy difícil abrirse a la contemplación del amor gratuito de Dios. Más aún, esta mentalidad utilitaria y egocéntrica, desnaturaliza los actos religiosos. Pero si no tenemos el sentido de lo gratuito, si las acciones que realizamos tienen su punto de partida en el derecho a la recompensa, es muy probable que no tengamos experiencia de la Eucaristía. Debemos descubrir el sentido de lo recibido, de lo gratuito, para abrirnos a la acción de gracias. La Eucaristía no es solamente una ley para ser observada y para tener la conciencia limpia, y tampoco es el alimento de la comunión fraterna; sino, como dice el término: acción de gracias, sin otra utilidad, sin otra finalidad que sí misma. Es la alegría que florece de la contemplación del Dios grande en el amor, que nace del descubrimiento de ser salvados gratuitamente.

Prisionero en Roma, Pablo envía a su discípulo predilecto su testamento espiritual. Dios nos quiere salvar todos. El Evangelio no puede ser reducido a la impotencia, y es la fe en Cristo la que nos sostiene y nos da la esperanza de la gloria. Cristo es Dios, y permanece fiel a sus promesas de misericordia, aun cuando nosotros seamos infieles a nuestras promesas. Somos nosotros los que rechazamos su amor. Dios por siempre permanece fiel.


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