Departamento de Liturgia del Arzobispado de Santiago
 
 
 
Lectio Divina - Preparando la Eucaristía Dominical
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I. PREPARÉMONOS PARA EL ENCUENTRO CON EL SEÑOR:

Oración Inicial:

Iniciamos el encuentro con el Señor, orando con el Salmo 23.

Antífona

R/. El hombre de manos inocentes y puro corazón subirá al monte del Señor.

Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes: él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos.

¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro?

El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos ni jura contra el prójimo en falso. Ése recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación.

Este es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

¡Portones!, alzad los dinteles, levantaos, puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria.

¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, héroe valeroso; el Señor, héroe de la guerra.

¡Portones!, alzad los dinteles, levantaos, puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria.

¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, Dios de los ejércitos. Él es el Rey de la gloria.

Invocación al Espíritu Santo

Ven, Espíritu Santo, y convierte mis

oídos, mi corazón,

y toda mi persona en tierra buena capaz

de acoger la Palabra,

como una semilla, y hacerla germinar.

Amén.

II. OREMOS CON LA PALABRA DE DIOS:

LECTURA (Lectio): ¿Qué dice la Palabra? Jesús responde a las críticas de los fariseos y los escribas con tres parábolas: la oveja perdida, la moneda perdida y el hijo pródigo; con ellas justifica su opción por los pecadores, revelando la misericordia de Dios.

Texto bíblico: Lc 15, 1-32

MEDITACIÓN (Meditatio): ¿Qué me dice la Palabra? ¿Sentimos la misericordia de Dios en nuestras vidas? ¿Respondemos a la misericordia que Dios nos tiene, siendo misericordioso con los demás?

ORACIÓN (Oratio): ¿Qué le digo a Dios con esta Palabra? Elevemos nuestra petición al Señor, pidiéndole que nos conceda sabiduría para corresponder al amor misericordioso y sin medida que nos ofrece día a día.

CONTEMPLACIÓN (Contemplatio): Gusta a Dios internamente en tu corazón.

Como el hijo pródigo, experimentemos la misericordia del Padre que nos da nueva vida para seguir a su Hijo.

III. PROFUNDICEMOS CON LOS PADRES DE LA IGLESIA

Comienza el sermón de san Agustín, obispo, sobre los pastores

SOMOS CRISTIANOS Y SOMOS OBISPOS

No acabáis de aprender ahora precisamente que toda nuestra esperanza radica en Cristo y que él es toda nuestra verdadera y saludable gloria, pues pertenecéis a la grey de aquel que dirige y apacienta a Israel. Pero, ya que hay pastores a quienes les gusta que les llamen pastores, pero que no quieren cumplir con su oficio, tratemos de examinar lo que se les dice por medio del profeta. Vosotros escuchad con atención, y nosotros escuchemos con temor.

Me vino esta palabra del Señor: «Hijo de Adán, profetiza contra los pastores de Israel, profetiza diciéndoles». Acabamos de escuchar esta lectura; ahora podemos comentarla con vosotros. El Señor nos ayudará a decir cosas que sean verdaderas, en vez de decir cosas que sólo sean nuestras. Pues, si sólo dijésemos las nuestras, seríamos pastores que nos estaríamos apacentando a nosotros mismos, y no a las ovejas; en cambio, si lo que decimos es suyo, él es quien os apacienta, sea por medio de quien sea. Esto dice el Señor: «¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No son las ovejas lo que tienen que apacentar los pastores?» Es decir, que no tienen que apacentarse a sí mismos, sino a las ovejas. Ésta es la primera acusación dirigida contra estos pastores, la de que se apacientan a sí mismos en vez de apacentar a las ovejas. ¿Y quiénes son ésos que se apacientan a sí mismos? Los mismos de los que dice el Apóstol: Todos sin excepción buscan su interés, no el de Jesucristo.

Por nuestra parte, nosotros que nos encontramos en este ministerio, del que tendremos que rendir una peligrosa cuenta, y en el que nos puso el Señor según su dignación y no según nuestros méritos, hemos de distinguir claramente dos cosas completamente distintas: la primera, que somos cristianos, y, la segunda, que somos obispos. Lo de ser cristianos es por nuestro propio bien; lo de ser obispos, por el vuestro. En el hecho de ser cristianos, se ha de mirar a nuestra utilidad; en el hecho de ser obispos, la vuestra únicamente.

Son muchos los cristianos que no son obispos y llegan a Dios quizás por un camino más fácil y moviéndose con tanta mayor agilidad, cuanto que llevan a la espalda un peso menor. Nosotros, en cambio, además de ser cristianos, por lo que habremos de rendir a Dios cuentas de nuestra vida, somos también obispos, por lo que habremos de dar cuenta a Dios del cumplimiento de nuestro ministerio.

Padre nuestro

Oración

Oh Dios, creador y dueño de todas las cosas, mira con bondad a tu pueblo y, para que sintamos el efecto de tu amor, concédenos servirte en la sinceridad del corazón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


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