Domingo trigésimo segundo del tiempo ordinario
Salterio IV
Color: verde
Abandonarse en Dios hasta el último suspiro de la vida, es el consejo que Jesús muestra a sus discípulos ese día frente al Templo de Jerusalén. Dependencia absoluta de Dios el cual provee y prevé las necesidades de sus hijos, puesto que actúa como verdadero Padre. La viuda depositó como ofrenda para el templo todo lo que tenía, su abandono total en Dios la hace merecedora de la alabanza de Jesús es comparación con el aporte de los ricos. Los ricos dan de aquello que les sobra, sin embargo, siguen confiando en su dinero y posesiones en cambio la viuda da de lo poco que tiene y lo da todo, ¿qué le queda por entregar? Solamente su propia vida. Los seguidores de Jesús deben aprender una vez más la lección, deben depositar su confianza solo en Dios, de Él depende totalmente su existencia.
“Jesucristo llamó a todos sus discípulos a ser pobres de espíritu, a abrir su corazón y su vida a los dones de Dios, a ser agradecidos, a no poner su confianza en sí mismos, sino enteramente en el Señor”. “Los primeros discípulos contemplaron a su Maestro cuando Él se presentó, al iniciar su misión, como aquel que venía “a traer la Buena Nueva a los pobres” (Lc 4, 18). Pero no sólo ellos, sino todos los discípulos –también nosotros- fueron llamados a permanecer en el amor de Cristo; de manera especial, en su amor misericordioso y preferencial por los más pobres y necesitados, destinatarios privilegiados de la evangelización. Esta es una prioridad irrenunciable para el discípulo de Jesús. Ha de ser signo de su identidad y de su credibilidad; más aún, es condición necesaria para recibir la herencia del Reino (cf. Mt 25, 31-46). “Por ello, imitar la santidad de Dios... no es otra cosa que prolongar su amor en la historia, especialmente con respecto a los pobres, enfermos e indigentes”. (cf. Lc 10, 25ss)
Antífona de entrada Cf. Sal 87, 3
Que mi plegaria llegue a tu presencia, Señor; inclina tu oído a mi clamor.
Gloria
ORACIÓN COLECTA
Dios todopoderoso y rico en misericordia, aleja de nosotros todos los males, para que, sin impedimentos en el alma y en el cuerpo, cumplamos tu voluntad con libertad de espíritu. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
PRIMERA LECTURA
La viuda preparó una pequeña galleta con su harina y la llevó a Elías.
Lectura del primer libro de los Reyes 17, 8-16
La palabra del Señor llegó al profeta Elías en estos términos:
“Ve a Sarepta, que pertenece a Sidón, y establécete allí; ahí Yo he ordenado a una viuda que te provea de alimento”.
Él partió y se fue a Sarepta. Al llegar a la entrada de la ciudad, vio a una viuda que estaba juntando leña. La llamó y le dijo: “Por favor, tráeme en un jarro un poco de agua para beber”. Mientras ella lo iba a buscar, la llamó y le dijo: “Tráeme también en la mano un pedazo de pan”.
Pero ella respondió: “¡Por la vida del Señor, tu Dios! No tengo pan cocido, sino sólo un puñado de harina en el tarro y un poco de aceite en el frasco. Apenas recoja un manojo de leña, entraré a preparar un pan para mí y para mi hijo; lo comeremos, y luego moriremos”.
Elías le dijo: “No temas. Ve a hacer lo que has dicho, pero antes prepárame con eso una pequeña galleta y tráemela; para ti y para tu hijo lo harás después.
Porque así habla el Señor, el Dios de Israel:
El tarro de harina no se agotará ni el frasco de aceite se vaciará, hasta el día en que el Señor haga llover sobre la superficie del suelo”.
Ella se fue e hizo lo que le había dicho Elías, y comieron ella, él y su hijo, durante un tiempo. El tarro de harina no se agotó ni se vació el frasco de aceite, conforme a la palabra que había pronunciado el Señor por medio de Elías.
SALMO RESPONSORIAL 145, 7-10
R/. ¡Alaba al Señor, alma mía!
El Señor mantiene su fidelidad para siempre, hace justicia a los oprimidos y da pan a los hambrientos. El Señor libera a los cautivos.
El Señor abre los ojos de los ciegos y endereza a los que están encorvados. El Señor ama a los justos. El Señor protege a los extranjeros.
Sustenta al huérfano y a la viuda; y entorpece el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, reina tu Dios, Sión, a lo largo de las generaciones.
SEGUNDA LECTURA
Cristo se ofreció una sola vez para quitar los pecados de la multitud.
Lectura de la carta a los Hebreos 9, 24-28
Cristo no entró en un santuario erigido por manos humanas -simple figura del auténtico Santuario- sino en el cielo, para presentarse delante de Dios en favor nuestro. Y no entró para ofrecerse a sí mismo muchas veces, como lo hace el Sumo Sacerdote que penetra cada año en el Santuario con una sangre que no es la suya. Porque en ese caso, hubiera tenido que padecer muchas veces desde la creación del mundo. En cambio, ahora Él se ha manifestado una sola vez, en la consumación de los tiempos, para abolir el pecado por medio de su Sacrificio.
Y así como el destino de los hombres es morir una sola vez, después de lo cual viene el Juicio, así también Cristo, después de haberse ofrecido una sola vez para quitar los pecados de la multitud, aparecerá por segunda vez, ya no en relación con el pecado, sino para salvar a los que lo esperan.
ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Mt 5, 3
Aleluya.
Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos. Aleluya.
EVANGELIO
Esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros.
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 12, 38-44
Jesús enseñaba a la multitud:
“Cuídense de los escribas, a quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes; que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Estos serán juzgados con más severidad”.
Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del Templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre.
Entonces Él llamó a sus discípulos y les dijo: “Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir”.
Credo
ORACIÓN DE LOS FIELES
Oremos, hermanos, por todos los hombres y por sus necesidades, para que nunca falte a nadie la ayuda de nuestra caridad:
Para que la Iglesia viva en paz, crezca constantemente, se extienda por todo el mundo y persevere con alegría en la presencia del Señor, confortada por el Espíritu Santo, roguemos al Señor.
Para que el Señor conceda a los que gobiernan el espíritu de sabiduría y de prudencia, a fin de que rijan a sus pueblos pensando en la paz común y en el bien y la prosperidad de sus súbditos, roguemos al Señor.
Para que Dios Padre libere al mundo de toda falsedad, hambre y miseria, y auxilie a los perseguidos, a los encarcelados y a los que son tratados injustamente, roguemos al Señor.
Para que todos nosotros realicemos nuestro trabajo con espíritu cristiano y consigamos frutos abundantes por nuestras obras, roguemos al Señor.
Señor Dios, que sustentas al huérfano y a la viuda, haces justicia a los oprimidos y das pan a los hambrientos, escucha las súplicas de tu pueblo, que confía en tu amor, no permitas que a nadie le falte nunca ni la libertad ni el pan, y haz que todos aprendamos a ayudar a los necesitados, a ejemplo de tu Hijo, que se entregó libremente para salvarlos a todos. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Mira con bondad este sacrificio, Señor, y concédenos alcanzar los frutos de la pasión de tu Hijo, que ahora celebramos sacramentalmente. Él que vive y reina por los siglos de los siglos.
Antífona de comunión Cf. Sal 22, 1-2
El Señor es mi pastor, nada me puede faltar. Él me hace descansar en verdes praderas y me conduce a las aguas tranquilas.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Te damos gracias, Padre, por la eucaristía que nos ha alimentado; imploramos tu misericordia para que, por el Espíritu Santo, quienes recibimos la fuerza de lo alto perseveremos fielmente. Por Jesucristo, nuestro Señor.