Departamento de Liturgia del Arzobispado de Santiago
 
 
 
Lectio Divina - Preparando la Eucaristía Dominical
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I. PREPARÉMONOS PARA EL ENCUENTRO CON EL SEÑOR: 

Oración inicial

Comencemos la lectio divina con el Señor, rezando el Salmo 121

Antífona

R/. Deseen la paz a Jerusalén.

Os habéis acercado al monte de Sión, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo. (Hb 12, 22)

¡Qué alegría cuando me dijeron: "Vamos a la casa del Señor"! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.

Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta. Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor; en ella están los tribunales de justicia, en el palacio de David.

Desead la paz a Jerusalén: "Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios".

Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: "La paz contigo". Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien.

Invocación al Espíritu Santo

Ven Espíritu Santo,

llena los corazones de tus fieles

y enciende en ellos el fuego de tu amor.

Envía, Señor, tu Espíritu

y renovarás la faz de la tierra.

Oh, Dios que has iluminado los corazones

de tus hijos

con la luz del Espíritu Santo,

haznos dóciles a tus inspiraciones

para que, gustando siempre del bien,

gocemos de sus consuelos.

Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

II. OREMOS CON LA PALABRA DE DIOS:

LECTURA (Lectio): ¿Qué dice la Palabra? El evangelista Marcos nos presenta en este relato a Jesús dominando la tempestad de las aguas del lago de Tiberíades. Marcos es un narrador, sobre todo, de los hechos de Jesús, más que un expositor de sus parábolas.

Texto bíblico: Mc 4, 35-41

MEDITACIÓN (Meditatio): ¿Qué me dice la Palabra? ¿Qué tempestades azotan nuestras vidas en estos momentos? ¿Existen en la vida de nuestras comunidades, de nuestras familias? ¿Cómo reaccionamos ante ellas? ¿Somos conscientes de que siempre Jesús está acompañándonos?

ORACIÓN (Oratio): ¿Qué le digo a Dios con esta Palabra?  Pidamos al Señor, que nos acompaña siempre, enfrentar con fe y sin temor nuestras dificultades.  

CONTEMPLACIÓN (Contemplatio): Gusta a Dios internamente en tu corazón. Cerremos los ojos y traigamos a nuestras mentes nuevamente el pasaje evangélico y dejemos que las imágenes y las palabras resuenen en nuestros corazones. Luego dejemos que Dios nos hable.

III. PROFUNDICEMOS CON LOS PADRES DE LA IGLESIA

Del Tratado de Faustino Luciferano, presbítero, Sobre la Trinidad.

CRISTO ES REY Y SACERDOTE ETERNO.

Nuestro Salvador fue verdaderamente ungido, en su condición humana, ya que fue verdadero rey y verdadero sacerdote, las dos cosas a la vez, tal y como convenía a su excelsa condición. El salmo nos atestigua su condición de rey, cuando dice: Yo mismo he establecido a mi Rey en Sion, mi monte santo. Y el mismo Padre atestigua su condición de sacerdote, cuando dice: Tú eres sacerdote eterno según el rito de Melquisedec. Aarón fue el primero en la ley antigua que fue constituido sacerdote por la unción del crisma y, sin embargo, no se dice: “Según el rito de Aarón”, para que nadie crea que el Salvador posee el sacerdocio por sucesión. Porque el sacerdocio de Aarón se transmitía por sucesión, pero el sacerdocio del Salvador no pasa a los otros por sucesión, ya que él permanece sacerdote para siempre, tal como está escrito, Tú eres sacerdote eterno según el rito de Melquisedec.

El Salvador es, por lo tanto, rey y sacerdote según su humanidad, pero su unción no es material, sino espiritual. Entre los israelitas, los reyes y sacerdotes lo eran por una unción material de aceite; no que fuesen ambas cosas a la vez, sino que unos eran  reyes y otros eran sacerdotes; sólo a Cristo pertenece la perfección y la plenitud en todo, él, que vino a dar plenitud a la ley.

Los israelitas, aunque no eran las dos cosas a la vez, eran, sin embargo, llamados cristos , por la unción material del aceite que los constituía reyes o sacerdotes. Pero el Salvador, que es el verdadero Cristo, fue ungido por el Espíritu Santo, para que se cumpliera lo que de él estaba escrito: Por eso el Señor, tu Dios, te ha ungido con aceite de júbilo entre todos tus compañeros. Su unción supera a la de sus compañeros, ungidos como él, porque es una unción de júbilo, lo cual significa el Espíritu Santo.

 


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