Departamento de Liturgia del Arzobispado de Santiago
 
 
 
Lectio Divina - Preparando la Eucaristía Dominical
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I. PREPARÉMONOS PARA EL ENCUENTRO CON EL SEÑOR: 

Oración Inicial:

Iniciamos el encuentro con el Señor, orando con el Salmo 149.

Antífona

R/. Que el pueblo de Dios se alegre por su Rey. Aleluya.

Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles; que se alegre Israel por su Creador, los hijos de Sión por su Rey.

Alabad su nombre con danzas, cantadle con tambores y cítaras; porque el Señor ama a su pueblo y adorna con la victoria a los humildes.

Que los fieles festejen su gloria y canten jubilosos en filas: con vítores a Dios en la boca y espadas de dos filos en las manos:

Para tomar venganza de los pueblos y aplicar el castigo a las naciones, sujetando a los reyes con argollas, a los nobles con esposas de hierro.

Ejecutar la sentencia dictada es un honor para todos sus fieles.

Invocación al Espíritu Santo

Ven, Espíritu de Santidad.

Ven, Espíritu de luz.

Ven, Espíritu Divino.

Ven, abrázanos.

Amén. 

II. OREMOS CON LA PALABRA DE DIOS:

LECTURA (Lectio): ¿Qué dice la Palabra? Frente a los intentos de los fariseos de ponerlo a prueba con las prescripciones de Moisés, Jesús les responde mostrándoles el sentido de la Ley. A sus discípulos, los orienta para que no sean un impedimento en el acceso de todos al Reino de Dios. 

Texto bíblico: Mc 10, 2-16

MEDITACIÓN (Meditatio): ¿Qué me dice la Palabra? ¿Cómo nos acercamos al Señor, sólo respondiendo a exigencias formales, o buscamos confrontar lo que nos pide con Su Palabra para cambiar nuestra realidad, de acuerdo a la voluntad del Padre? ¿Qué actitudes nuestras son impedimentos para que quienes nos rodean no se sientan parte del Reino? 

ORACIÓN (Oratio): ¿Qué le digo a Dios con esta Palabra? Pidamos al Señor que, reconociendo nuestra dureza de corazón y fragilidad, nos ayude a abrirnos a su Palabra y que nos dé su fuerza para ponerla en práctica en la construcción del Reino, junto a nuestros hermanos. 

CONTEMPLACIÓN (Contemplatio): Gusta a Dios internamente en tu corazón. 

Coloquémonos en medio de los discípulos y volvamos a escuchar cómo Jesús expresa la voluntad del Padre y enseña lo que se nos exige para ser dignos del Reino de Dios.

III. PROFUNDICEMOS CON LOS PADRES DE LA IGLESIA

Del Comentario de san Cirilo de Alejandría, obispo, sobre el profeta Ageo 

ES GRANDE MI NOMBRE ENTRE LAS NACIONES

La venida de nuestro Salvador en el tiempo fue como la edificación de un templo sobremanera glorioso; este templo, si se compara con el antiguo, es tanto más excelente y preclaro. Cuanto el culto evangélico de Cristo aventaja al culto de la ley o cuanto la realidad sobrepasa a sus figuras. Con referencia a ella, creo que puede también afirmarse lo siguiente: El templo antiguo era uno solo, estaba edificado en un solo lugar y sólo un pueblo podía ofrecer en él sus sacrificios. En cambio, cuando el Unigénito se hizo semejante a nosotros, como el Señor es Dios: él nos ilumina, según dice la Escritura, la tierra se llenó de templos santos y de adoradores innumerables, que veneran sin cesar al Señor del universo con sus sacrificios espirituales y sus oraciones. Esto es, según mi opinión, lo que anunció Malaquías en nombre de Dios, cuando dijo: Desde el oriente hasta el poniente es grande mi nombre entre las naciones, y en todo lugar se ofrecerá incienso a mi nombre y una oblación pura. 

En verdad, la gloria del nuevo templo, es decir, de la Iglesia, es mucho mayor que la del antiguo. Quienes se desviven y trabajan solícitamente en su edificación obtendrán, como premio del Salvador y don del cielo, al mismo Cristo, que es la paz de todos, por medio de quien tenemos acceso al Padre en un solo Espíritu; así lo declara el mismo Señor, cuando dice: En este sitio daré la paz a cuantos trabajen en la edificación de mi templo. De manera parecida, dice también Cristo en otro lugar: Mi paz os doy. Y Pablo, por su parte, explica en qué consiste esta paz que se da a los que aman, cuando dice: La paz de Dios, que está por encima de todo conocimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. También oraba en este mismo sentido el sabio profeta Isaías, cuando decía: Señor, tú nos darás la paz, porque todas nuestras empresas nos las realizas tú. Enriquecidos con la paz de Cristo, fácilmente conservaremos la vida del alma y podremos encaminar nuestra voluntad a la consecución de una vida virtuosa. 

Por tanto, podemos decir que se promete la paz a todos los que se consagran a la edificación de este templo, ya sea que su trabajo consista en edificar la Iglesia en el oficio de catequistas de los sagrados misterios, es decir, colocados al frente de la casa de Dios como mistagogos, ya sea que se entreguen a la santificación de sus propias almas, para que resulten piedras vivas y espirituales en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado. Todos estos esfuerzos lograrán, sin duda, su finalidad y quienes actúen de esta forma alcanzarán sin dificultad la salvación de su alma. 

Padre nuestro

Oración 

Te pedimos, Señor, que tu gracia continuamente nos preceda y acompañe, de manera que estemos dispuestos a obrar siempre el bien. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. 


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