La elección de David y su consagración como rey del pueblo elegido, nos hace comprender que Dios siempre interviene en la historia por gracia. Elige al más pequeño.
Jesús es descendiente de David y heredero del título real. Será el verdadero Rey y Pastor de los redimidos y su trono de gracias será eterno.
El episodio del ciego de nacimiento que es milagrosamente sanado por Cristo, servía desde la antigüedad para preparar a los catecúmenos, que eran bautizados en la noche de pascua, así como Cristo ilumina a cada hombre con su verdad y salva con su gracia por medio del sacramento del agua y del Espíritu Santo.
Los bautizados son luz en el Señor si se comprometen a vivir como hijos de la luz, perseverando en la fe, en la verdad, en la justicia y en la bondad. Ricos de toda obra buena, para difundir en torno a ellos el amor por el Señor y los hermanos. El cristiano que no sigue este camino de luz se desliza poco a poco a las sombras, precipitándose en las tinieblas, renegando el propio bautismo. Como los fariseos, ellos son ciegos a la luz de Cristo y terminan siendo presas del pecado si se acostumbran a alejarse siempre más de Dios, que nunca está lejos de ellos.