Departamento de Liturgia del Arzobispado de Santiago
 
 
 
Comentario - Eucaristía del
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Este domingo es el último del año litúrgico, y la Iglesia universal celebra la fiesta de Cristo Rey. La fiesta fue establecida por el Papa Pío XI en 1925, en la post guerra, al mismo tiempo que se estaba fortaleciendo el nacismo en Alemania, el fascismo en Italia y se estaba gestando lo que desembocaría en la guerra civil en España. El tema del poder autoritario y concentrado estaba en el ambiente. Frente a esto, el Papa invita a mirar la figura de Jesucristo, el cual es el Rey del Universo, pero no es un rey cuya autoridad se centre en el poder, sino en el servicio. 

La liturgia dominical presenta en el evangelio la conversación entre Poncio Pilato y Jesús, momentos antes de ser condenado. Es muy emblemático este encuentro, pues es reflejo de dos poderes tan opuestos entre sí. Por una parte, Poncio Pilato representa el poder romano, el poder que se adquiere por la guerra y que se impone por la fuerza, conllevando un montón de abusos y crímenes. Es el poder como lo entiende el mundo, que dice de conquistas y sometimientos, de riquezas y esclavitudes. Frente a él está Cristo, que ha sido entregado por lo judíos para ser condenado. Pilato le pregunta si él es rey, pensando que podría ser una amenaza para el imperio romano. Jesús habla de otra cosa, de un reinado que no procede de este mundo. No está diciendo que no es de este mundo, sino que su autoridad procede de Dios.

Es bueno detenernos un momento en este reino que tantas veces anuncia Cristo. Se trata de una realidad ya presente, que está cerca, que está entre nosotros, pero que al mismo tiempo todavía falta para su pleno cumplimiento. Este Reino no consiste en territorios, órdenes, riquezas y súbditos, por el contrario, este reino está determinado por el servicio y la entrega a los demás. Eso es todo. Ahí donde hay personas que vivan el mandato de la caridad que Cristo propone en el Evangelio, ahí está el reino de Dios. Por lo mismo no debemos confundirlo con una realidad futura, después de la muerte, sino que se trata de un mundo nuevo, constituido por hombres y mujeres nuevos que viven no bajo los criterios del mundo, sino bajo el criterio del servicio y la caridad. Ahí esta el reino, y la invitación es a ser parte de él.

Hay un segundo tema de suma importancia que aparece en esta conversación: la verdad. No se trata de la no mentira, sino que Cristo viene a dar testimonio de la verdad respecto a Dios, al hombre y al mundo. Viene a mostrar el verdadero rostro de Dios, que es le de la misericordia. Viene a revelar la verdad sobre el hombre, que consiste en ser transformados por la caridad, viviendo a semejanza de Dios que es amor. La verdad del hombre consiste en su capacidad de amar y servir, lo cual lo transforma en lo que verdaderamente es. Por último, plantea la verdad sobre el mundo, donde se desarrolla este reino nuevo, que se rige por los criterios del evangelio y no los mundanos. 

En definitiva, esta verdad de la que da testimonio Cristo es el Reino del cual nos invita a formar parte.


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