I. PREPARÉMONOS PARA EL ENCUENTRO CON EL SEÑOR:
Oración Inicial:
Iniciemos esta lectura orante con el Señor, rezando el Salmo 112
Antífona
R/. Será llamado Príncipe de la paz, y su trono estará firmemente asentado para siempre.
Alabad, siervos del Señor, alabad el nombre del Señor. Bendito sea el nombre del Señor, ahora y por siempre: de la salida del sol hasta su ocaso, alabado sea el nombre del Señor.
El Señor se eleva sobre todos los pueblos, su gloria sobre los cielos. ¿Quién como el Señor Dios nuestro, que se eleva en su trono y se abaja para mirar al cielo y a la tierra?
Levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre, para sentarlo con los príncipes, los príncipes de su pueblo; a la estéril le da un puesto en la casa, como madre feliz de hijos.
Invocación al Espíritu Santo
Señor Jesús, envía tu Espíritu Santo,
para que nos ayude a leer la Biblia,
como Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús.
Tu palabra nos oriente a fin de que podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar que Tú estás vivo en medio de nuestra historia como fuente de fraternidad, de justicia y de paz.
Amén.
II. OREMOS CON LA PALABRA DE DIOS:
LECTURA (Lectio): ¿Qué dice la Palabra? Todos somos llamados a la evangelización como discípulos de Jesús, a guardar sus preceptos y a vivir de la presencia constante entre nosotros.
Texto bíblico: Mt 28, 16-20
MEDITACIÓN (Meditatio): ¿Qué me dice la Palabra? ¿Qué nos impide evangelizar, qué pretexto ponemos o escuchamos más comúnmente cuando se nos invita a hacerlo? El llamado de Jesús a nuestras vidas, ¿lo comentamos, y esto, nos anima a seguir? ¿Cuál es hoy la misión de nuestras comunidades como discípulos de Jesús?
ORACIÓN (Oratio): ¿Qué le digo a Dios con esta Palabra? Profundizando en el misterio de la Santísima Trinidad, habla con Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, ofrece tu oración a este Dios uno y trino, contándole todo lo que hay en ti.
CONTEMPLACIÓN (Contemplatio): Gusta a Dios internamente en tu corazón. La Santísima Trinidad nos habita por completo. Gracias a la “guía” del Espíritu que todo lo conduce “hasta la Verdad completa”, nuestras vidas se van haciendo paulatinamente semejante a la de Cristo, impregnando en nosotros el rostro del amor del Padre. Contempla este encuentro de amor entre nosotros y Dios.
III. PROFUNDICEMOS CON LOS PADRES DE LA IGLESIA
De las Cartas de san Atanasio, obispo
LUZ, RESPLANDOR Y GRACIA EN LA TRINIDAD Y POR LA TRINIDAD
Siempre resultará provechoso esforzarse en profundizar el contenido de la antigua tradición, de la doctrina y la fe de la iglesia católica, tal como el Señor nos la entregó, tal como la predicaron los apóstoles y la conservaron los santos Padres. En ella, efectivamente, está fundamentada la Iglesia, de manera que todo aquél que se aparta de esta fe deja de ser cristiano y ya no merece el nombre de tal.
Existe, pues, una Trinidad, santa y perfecta, de la cual se afirma que es Dios en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, que no tiene mezclado ningún elemento extraño o externo, que no se compone de uno que crea y de otro que es creado, sino que toda ella es creadora, es consistente por naturaleza y su actividad es única. El padre hace todas las cosas a través del que es su Palabra, en el Espíritu Santo. De esta manera queda a salvo la unidad de la santa Trinidad. Así, en la Iglesia se predica un solo Dios, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo. Lo trasciende todo, en cuanto Padre, principio y fuente; lo penetra todo, por su Palabra; lo invade todo, en el Espíritu Santo.
San Pablo, hablando a los corintios acerca de los dones del Espíritu, lo reduce todo al único Dios Padre, como al origen de todo, con estas palabras: Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu; hay diversidad de servicios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos.
El Padre es quien da, por mediación de aquel que es su Palabra, lo que el Espíritu distribuye a cada uno. Porque, todo lo que es del padre es también del hijo; por esto, todo lo que da el Hijo en el Espíritu es realmente del Padre. De manera semejante, cuando el Espíritu está con nosotros, lo está también la Palabra, de quien recibimos el Espíritu, y en la Palabra está también el Padre, realizándose así aquellas palabras: El Padre y yo vendremos a fijar en él nuestra morada. Porque donde está la luz, allí está también el resplandor; y donde está el resplandor, allí está también su eficiencia y su gracia esplendorosa.
Es lo que nos enseña el mismo Pablo en su segunda carta a los Corintios, cuando dice: La gracia de Jesucristo el Señor, el amor de Dios y la participación del Espíritu Santo estén con todos vosotros. Porque toda gracia o don que se nos da en la Trinidad se nos da por el Padre, a través del Hijo, en el Espíritu Santo. Pues así como la gracia se nos da por el Padre, a través del Hijo, así también no podemos recibir ningún don si no es en el Espíritu Santo, ya que hechos partícipes del mismo poseemos el amor del Padre, la gracia del Hijo y la participación de este Espíritu.
Padre nuestro
Oración
Dios Padre, que has enviado al mundo la Palabra de verdad y el Espíritu de santificación para revelar a los hombres tu misterio admirable, concédenos que, al profesar la fe verdadera, reconozcamos la gloria de la eterna Trinidad y adoremos la Unidad de tu majestad omnipotente. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.