Departamento de Liturgia del Arzobispado de Santiago
 
 
 
Lectio Divina - Preparando la Eucaristía Dominical
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I. PREPARÉMONOS PARA EL ENCUENTRO CON EL SEÑOR: 

Oración Inicial:

Iniciamos el encuentro con el Señor, orando con el Salmo 62, 2-9.

Antífona

R/. Aquel día los montes destilarán dulzura y las colinas manarán leche y miel. Aleluya.

¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua.

¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios.

Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré de manjares exquisitos, y mis labios te alabarán jubilosos.

En el lecho me acuerdo de ti y velando medito en ti, porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene.

Invocación al Espíritu Santo

Padre Bueno, 

que nos has entregado a tu Hijo Jesús, 

envíanos ahora tu Espíritu Santo. 

Danos siempre el pan cotidiano 

del cuerpo y del espíritu 

y haz que susciten en nosotros hambre 

y sed de Ti, 

especialmente de tu Palabra. 

Abre nues­tros oídos y corazón para acogerla hoy. 

Amén.

II. OREMOS CON LA PALABRA DE DIOS:

LECTURA (Lectio): ¿Qué dice la Palabra? Terminado el discurso de la promesa de la Eucaristía, que es incomprendido por la multitud, Jesús invita a los apóstoles a hacer su elección después que muchos se han echado para atrás. 

Texto bíblico: Jn 6, 60-69

MEDITACIÓN (Meditatio): ¿Qué me dice la Palabra? ¿Aceptamos la libertad que nos ofrece Jesús? ¿Nos identificamos con la afirmación de Pedro?

ORACIÓN (Oratio): ¿Qué le digo a Dios con esta Palabra? Pidamos al Padre que nos conceda sabiduría en nuestro discernimiento ante nuestras dudas e infidelidades.

CONTEMPLACIÓN (Contemplatio): Gusta a Dios internamente en tu corazón. 

Miremos, como un discípulo más, como el Señor nos pregunta si queremos irnos y cuál es nuestra respuesta.

III. PROFUNDICEMOS CON LOS PADRES DE LA IGLESIA

De la Constitución pastoral Gaudium et spes, 39, sobre la Iglesia en el mundo actual, del Concilio Vaticano II.

LA ESPERANZA DE LA TIERRA NUEVA.

Ni conocemos el tiempo de la nueva tierra y de la nueva humanidad, ni sabemos el modo cómo el universo se transformará. Se termina la presentación de este mundo deformado por el pecado, pero sabemos que Dios prepara una nueva morada y una nueva tierra en la que habita la justicia y cuya bienaventuranza llenará y sobrepasará todos los deseos de paz que brotan en el corazón del hombre. Entonces, vencida la muerte, los hijos de Dios resucitarán en Cristo y lo que se había sembrado en vileza y corrupción se vestirá de incorrupción y, permaneciendo la caridad y sus frutos, este mundo que Dios creó para el hombre se verá liberado de la esclavitud de la corrupción.

Aunque se nos advierta con toda razón que de nada le aprovecha al hombre ganar todo el mundo si se pierde a sí mismo, sin embargo, la esperanza de la tierra nueva no debe debilitar, al contrario, debe acrecentar nuestro deseo de perfeccionar esta tierra, en la que crece aquella nueva humanidad que presenta ya en sí un vislumbre del mundo futuro. Por eso, aunque hay que distinguir cuidadosamente progreso temporal y crecimiento del reino de Cristo, con todo, este progreso tiene gran importancia para el reino de Dios, por cuanto puede contribuir a una mejor organización de la sociedad humana.

 

Padre nuestro

Oración

Señor Dios, que unes en un mismo sentir los corazones de los que te aman, impulsa a tu pueblo a amar lo que pides y a desear lo que prometes, para que, en medio de la inestabilidad de las cosas humanas, estén firmemente anclados nuestros corazones en el deseo de la verdadera felicidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


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