De dentro del hombre brota la caridad
Este domingo retomamos la lectura del evangelio de Marcos en la misa. Y lo hacemos escuchando una invitación del Señor a vivir la fe no preocupados de cosas externas, ritos que pueden ser vacíos, sino a vivir el seguimiento a Él desde lo profundo del corazón. Nos puede pasar que tendemos a vincular el ser cristiano con el cumplir, ya sea unos mandamientos, unos ritos o una lista de cosas que nos hemos impuesto. No es así. El Señor no quiere nuestras obras, nuestros sacrificios, sino que quiere nuestro corazón.
En el evangelio de hoy Jesús está preocupado que sus discípulos se aferren a las tradiciones, ritos y observancia externa de la ley. Tal es el caso del lavado de purificación de las manos. Se trata de un rito muy importante presente ya en el libro del Éxodo. Pero se ha convertido en un rito externo y se ha perdido el sentido original que tenía. Es lo que le preocupa a Jesús: que, por cumplir una norma o un rito, perdamos lo esencial del sentido de nuestro ser cristiano.
Por eso va a insistir en que lo impuro no viene de afuera, sino desde adentro, desde el corazón. Y presenta una lista de situaciones que hacen impura a la persona. Curiosamente, ninguna de ellas dice relación directa con Dios, sino que todas se refieren a cosas que dañan la vida del hermano. Es desde el corazón desde donde brota la caridad y la preocupación por el otro. El corazón no se limpia con el lavado de manos, sino que se ilumina con el evangelio y se purifica con la caridad.