I. PREPARÉMONOS PARA EL ENCUENTRO CON EL SEÑOR:
Oración Inicial:
Iniciamos el encuentro con el Señor, orando con el Salmo 23.
Antífona
R/. El hombre de manos inocentes y puro corazón subirá al monte del Señor.
Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes: él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos.
¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos ni jura contra el prójimo en falso. Ése recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación.
Este es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob.
¡Portones!, alzad los dinteles, levantaos, puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria.
¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, héroe valeroso; el Señor, héroe de la guerra.
¡Portones!, alzad los dinteles, levantaos, puertas antiguas: va a entrar el Rey de la gloria.
¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, Dios de los ejércitos. Él es el Rey de la gloria.
Invocación al Espíritu Santo
Ven Espíritu Santo,
llena los corazones de tus fieles
y enciende en ellos
el fuego de tu amor.
Envía, Señor, tu Espíritu creador
y renueva toda la tierra.
II. OREMOS CON LA PALABRA DE DIOS:
LECTURA (Lectio): ¿Qué dice la Palabra? Jesús anuncia su venida, lleno de poder
y gloria y nos pide tener ánimo frente a lo que sobrevendrá al mundo, ya que nos
llegará la liberación. Además, nos pide estar prevenidos y orar incesantemente, para comparecer ante Él.
Texto bíblico: Lc 21, 25-28. 34-36
MEDITACIÓN (Meditatio): ¿Qué me dice la Palabra? ¿En qué forma nos preparamos para el encuentro definitivo con el Señor? ¿Miramos el futuro con los ojos del Señor? ¿Estamos prevenidos para este encuentro?
ORACIÓN (Oratio): ¿Qué le digo a Dios con esta Palabra? Pidamos al espíritu de Jesús que nos ayude a estar preparados para el encuentro definitivo con Él.
CONTEMPLACIÓN (Contemplatio): Gusta a Dios internamente en tu corazón.
Estemos atentos a lo que cada día nos pide el Señor para que el día definitivo no nos caiga de improviso.
III. PROFUNDICEMOS CON LOS PADRES DE LA IGLESIA
De los Sermones de san Gregorio Nacianceno, obispo
¡QUÉ ADMIRABLE INTERCAMBIO!
El Hijo de Dios, el que es anterior a todos los siglos, el invisible, el incomprensible, el incorpóreo, el que es principio de principio, luz de luz, fuente de vida y de inmortalidad, representación fiel del arquetipo, sello inamovible, imagen absolutamente perfecta, palabra y pensamiento del Padre, él mismo se acerca a la criatura hecha a su imagen y asume la carne para redimir a la carne; se une con un alma racional para salvar mi alma, par purificar lo semejante por lo semejante: asume nuestra condición humana, asemejándose a nosotros en todo, con excepción del pecado. Fue concebido en el seno de una virgen, que previamente había sido purificado en su alma y en su cuerpo por el Espíritu (porque convenía que fuese dignamente honrada la maternidad y que, a la vez, fuese grandemente exaltada la excelencia de la virginidad); nació Dios con la naturaleza humana que había asumido, unificando dos cosas contrarias entre si, es decir la carne y el espíritu. Una de ellas aportó la divinidad, la otra la recibió.
El que enriquece a otros se hace pobre; soporta la pobreza de mi carne para que yo alcance los tesoros de su divinidad. El que todo lo tiene, de todo se despoja; por un breve tiempo se despoja de su gloria par que yo pueda participar de su plenitud.
¿Por qué tantas riquezas de bondad? ¿Por qué este admirable misterio en favor mío? Recibí la imagen divina y no supe conservarla. Él asume mi carne para dar la salvación al alma creada a su imagen y para dar la inmortalidad a la carne; se une a nosotros mediante un consorcio mucho más admirable que el primero.
Convenía que la santidad fuese otorgada al hombre mediante la humanidad asumida por Dios; de manera que, habiendo vencido con su poder al tirano que nos tenía sojuzgados, nos librara y atrajera nuevamente hacia sí por medio de su Hijo, que realizó esta obra redentora para gloria de su Padre y que tuvo siempre esta gloria como objetivo de todas sus accione.
Aquel buen Pastor que dio su vida por las ovejas salió a buscar la oveja perdida, por las montañas y colinas donde tú ofrecías sacrificios a los ídolos. Y, cuando encontró a la oveja perdida, la cargó sobre sus hombros, sobre los que había cargado también el madero de la cruz, y así la llevó nuevamente a la vida eterna.
La luz brillante sigue a la antorcha que la había precedido, la Palabra a la voz, el Esposo al amigo del Esposo, que preparaba para el Señor un pueblo bien dispuesto y lo purifica con el agua, disponiéndolo a recibir el bautismo del Espíritu.
Tuvimos necesidad de que Dios asumiera nuestra carne y muriera, para que nosotros pudiéramos vivir. Hemos muerto con él para ser purificados, hemos resucitado con él, porque con él hemos muerto; y con él hemos sido glorificados, porque juntamente con él hemos resucitado.
Padre nuestro
Oración
Señor, Dios nuestro, acoge favorablemente nuestras súplicas y concédenos tu ayuda en las tribulaciones, para que, reanimados por la venida de tu Hijo, que ya se acerca, no volvamos a caer más en nuestras antiguas faltas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.